El dulce aroma a pan tostado

 


Por Narotam Armijo

El ruido era ensordecedor, los vapores que emanan de esos aparatos de metal con ruedas negras y colores brillantes me ahogaba y hacia llorar mis ojos, el suelo estaba negro y lleno de cosas pegajosas y resbalosas, todo estaba sucio y con un fuerte olor a orines.

Entre andar por los callejones de lo que creo es una ciudad me topo con el atardecer, añorando cada momento unos exquisitos quesos de mi despensa, sentarme al fuego fumando un buen tabaco del agua, tanto extraño mi hogar.

Pero hasta ese momento el pequeño hobbit no había dimensionado donde estaba, ni cómo llegó allí, estaba tan desorientado por los olores y gases, los ruidos y luces, que no se había preocupado por nada más que salir de allí.

Después abrí los ojos y me di cuenta de que seguía en mi cómoda cama, en mi agradable

casa, lejos de ruidos desagradables y demases, todo había sido un desagradable sueño, que olvido instantes después de abrir los ojos.

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